No son cifras. Son niños que mueren masticando hojas. Madres que convierten pañales en toallas. Hospitales donde los médicos atienden sin comer, mientras los bombardeos convierten el silencio en grito. Gaza está siendo asfixiada, y el hambre —esa forma lenta y cruel de violencia— se ha convertido en táctica militar.
⚠️ ¿Desde cuándo se convirtió el estómago en campo de batalla?
Según la Clasificación de Seguridad Alimentaria Integrada (IPC), Gaza ha entrado en fase 5: catástrofe. Esto no es escasez casual ni caos logístico. Es un cerco planificado. Un bloqueo donde entran menos del 10% de los suministros necesarios para alimentar a más de dos millones de personas.
Israel permite la entrada de apenas 60 a 70 camiones diarios. Se necesitan 600. La matemática es brutal, pero no accidental.
🧨 El crimen sin balas
El uso del hambre como estrategia está tipificado como crimen de guerra bajo los Convenios de Ginebra. La privación deliberada de comida, agua y medicinas es una forma de castigo colectivo. Human Rights Watch lo ha denunciado. Médicos Sin Fronteras lo grita desde el terreno. Y mientras tanto, los niños en Gaza aprenden que el silencio también duele.
🔍 Narrativas cruzadas
Israel argumenta que el bloqueo busca presionar a Hamas. En privado, funcionarios admiten que limitar la ayuda es parte de la estrategia. Hamas ha sido acusado de desviar recursos humanitarios. En medio de este intercambio, los civiles mueren, literalmente, por inanición.
Donald Trump, siempre jugando entre la ambigüedad y la negación, reconoció que “la situación es grave”. Pero en la práctica, el respaldo político se mantiene.
🧠 Gaza no es solo Gaza
Gaza es espejo. Recordatorio. Advertencia. Lo vimos en Biafra, lo vimos en Ucrania en 1933, lo vimos en Yemen. Hoy lo vemos en tiempo real, con drones, hashtags y cámaras que apenas muestran lo que el mundo ya ha normalizado.
🖋️ Nota del autor
Este blog no busca describir tragedias: busca incomodar. Porque callar frente al uso del hambre como arma, es aceptar que hay guerras que se ganan matando lentamente. Y mientras nos indignamos por precios de supermercado, en Gaza el pan es más valioso que la paz.
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