Izquierda latinoamericana en crisis: análisis del giro político en Argentina, Ecuador y El Salvador. ¿Regresa el péndulo conservador en 2025?
Introducción
América Latina es como un péndulo político que nunca se detiene: cuando crees que se inclina definitivamente hacia un lado, cambia de dirección con una fuerza que sorprende hasta a los analistas más experimentados. Hace apenas tres años, la región vivía lo que muchos llamaron la "segunda ola rosa", con gobiernos de izquierda triunfando en Chile, Colombia, Brasil y otros países. Pero en 2025, ese optimismo progresista se ha transformado en incertidumbre. La victoria de Javier Milei en Argentina, el triunfo de Daniel Noboa en Ecuador y la consolidación de Nayib Bukele en El Salvador marcan un cambio de tendencia que pocos vieron venir. ¿Estamos ante el fin del ciclo progresista o simplemente ante otra vuelta del eterno péndulo latinoamericano? La respuesta es más compleja (y preocupante) de lo que parece.
🌊 La "ola rosa" que se quedó sin fuerza
Recordemos cómo llegamos aquí. Entre 2018 y 2022, América Latina experimentó una renovación electoral que parecía inclinar la balanza hacia la izquierda. Andrés Manuel López Obrador en México (2018), Alberto Fernández en Argentina (2019), Luis Arce en Bolivia (2020), Pedro Castillo en Perú (2021), Gabriel Boric en Chile (2021), Gustavo Petro en Colombia (2022) y Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil (2022) representaban un mapa político mayoritariamente progresista.
Los analistas hablaban de una nueva era. Según la CEPAL, la región enfrentaba desafíos estructurales de desigualdad que requerían políticas redistributivas. La pandemia había expuesto las fracturas sociales y amplificado el descontento con modelos neoliberales. Las protestas masivas en Chile (2019), Colombia (2021) y Perú (2020) parecían confirmar un hartazgo generalizado con el statu quo.
Pero había un problema: gobernar es más difícil que ganar elecciones. Y la izquierda latinoamericana de esta década llegó al poder con promesas ambiciosas pero sin consensos políticos sólidos, enfrentando economías debilitadas, instituciones frágiles y expectativas desbordadas.
La inflación se disparó. Según el Fondo Monetario Internacional, varios países de la región registraron tasas de inflación de dos dígitos. La inseguridad ciudadana se mantuvo o empeoró. Los escándalos de corrupción no desaparecieron mágicamente porque los gobiernos se llamaran "progresistas". Y lo más grave: muchos de estos gobiernos reprodujeron vicios políticos que decían combatir.
🎭 Los tres mosqueteros del cambio (o del retroceso)
Tres casos ilustran el momento político actual de América Latina, cada uno con sus particularidades pero con un denominador común: el agotamiento del discurso progresista tradicional.
Javier Milei en Argentina representa el caso más extremo y bizarro. Un economista libertario que prometió "dinamitar el Banco Central", eliminar ministerios y dolarizar la economía llegó a la presidencia en diciembre de 2023 con un discurso antisistema que resonó en una sociedad hastiada de la inflación galopante y las crisis recurrentes. Según BBC Mundo, Milei ganó con el 55.7% de los votos, derrotando al peronismo que había gobernado Argentina durante gran parte de las dos décadas anteriores.
Su gobierno ha implementado un ajuste económico brutal: recortes en subsidios, despidos masivos en el sector público, devaluación del peso. Los primeros meses fueron durísimos para los sectores populares, pero curiosamente su popularidad se mantuvo. ¿Por qué? Porque logró algo que el peronismo no pudo: bajar la inflación mensual de manera significativa y crear una narrativa de "sacrificio necesario" que parte de la población compró.
Daniel Noboa en Ecuador es la versión light, tecnocrática y heredera. El joven empresario de 36 años ganó las elecciones en 2023 con un discurso centrista enfocado en seguridad y economía pragmática. Ecuador vivía una crisis de violencia ligada al narcotráfico que había convertido ciudades como Guayaquil en zonas peligrosas. El asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio en plena campaña electoral marcó un punto de quiebre.
Noboa prometió "mano dura" contra el crimen organizado y ha declarado el país en "conflicto armado interno" contra las bandas criminales, según reporta Al Jazeera. Su aproximación ha sido controvertida: operativos militares, estados de excepción y medidas que organizaciones de derechos humanos cuestionan. Pero para muchos ecuatorianos, la alternativa era el caos.
Nayib Bukele en El Salvador es el caso más complejo y preocupante. Llegó al poder en 2019 con un discurso antisistema, ni de izquierda ni de derecha, sino "del pueblo". Su guerra contra las pandillas transformó El Salvador de uno de los países más violentos del mundo a uno con tasas de homicidio dramáticamente reducidas. Según InSight Crime, el país pasó de más de 100 homicidios por cada 100,000 habitantes a menos de 8.
Pero el precio ha sido altísimo: más de 75,000 personas encarceladas bajo el "régimen de excepción", muchas sin debido proceso. Human Rights Watch ha documentado torturas, muertes en custodia y violaciones sistemáticas de derechos humanos. Bukele se reeligió en 2024 a pesar de que la Constitución lo prohibía, concentrando poder de manera autoritaria. Sin embargo, su popularidad sigue siendo estratosférica.
📉 ¿Por qué la izquierda perdió el compás?
La pregunta del millón de dólares: ¿qué pasó con la izquierda latinoamericana? ¿Cómo es posible que en tan poco tiempo perdiera el momentum?
Primero, la economía: ningún gobierno progresista logró resolver el problema fundamental de América Latina: cómo generar crecimiento económico sostenible con inclusión social. Brasil bajo Lula enfrenta un Congreso hostil y dificultades para implementar reformas estructurales. Chile con Boric vio rechazada su propuesta de nueva constitución, dos veces. Petro en Colombia tiene los índices de aprobación más bajos de su presidencia según Invamer.
Segundo, la seguridad: la izquierda nunca tuvo una respuesta convincente al problema de la violencia y el crimen organizado. Mientras proponía enfoques "integrales" y "de largo plazo", la gente quería resultados inmediatos. Bukele demostró que la "mano dura" funciona políticamente, aunque sea democráticamente tóxica.
Tercero, la fragmentación: a diferencia del ciclo progresista de los 2000, esta nueva izquierda está dividida, sin liderazgos regionales claros y con agendas diversas.
Cuarto, la corrupción: cuando gobiernos de izquierda reproducen los mismos escándalos de corrupción que criticaban, pierden su principal capital político: la legitimidad moral.
Quinto, las expectativas: la izquierda prometió transformaciones profundas pero se enfrentó a realidades complejas.
🔮 ¿Regresa el neoliberalismo con nuevas máscaras?
La gran pregunta es si estamos ante un retorno neoliberal o ante algo distinto. Porque ni Milei, ni Bukele, ni Noboa son neoliberales tradicionales.
Milei es un libertario radical que mezcla economía austriaca con redes sociales y performance mediática.
Bukele representa el populismo autoritario tecnocrático.
Noboa es el centrismo pragmático heredero.
Lo que comparten estos tres es el rechazo al progresismo reciente y la promesa de resultados concretos.
🌐 El contexto global: cuando el mundo se vuelve conservador
América Latina no está en una burbuja. El giro conservador regional coincide con tendencias globales preocupantes. El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos en 2025, el ascenso de la extrema derecha en Europa, el autoritarismo consolidado en Rusia y China, y el retroceso democrático documentado por Freedom House.
La globalización neoliberal prometió prosperidad pero generó desigualdad. La democracia liberal prometió inclusión pero produjo élites distantes. Las redes sociales prometieron conexión pero amplificaron polarización y desinformación.
💭 Reflexión final: el eterno retorno del péndulo
Hace veinte años, la izquierda latinoamericana prometió una alternativa al neoliberalismo. Logró avances significativos, pero también cometió errores graves.
Hoy, una nueva generación de líderes conservadores promete soluciones rápidas a problemas complejos.
El verdadero problema no es que el péndulo oscile: es que cada oscilación parece degradar un poco más las instituciones democráticas.
América Latina merece algo mejor que este eterno péndulo entre populismos.
La pregunta no es si el péndulo volverá a oscilar, sino si cuando lo haga encontrará algo de institucionalidad democrática que preservar.
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📝 Nota editorial
En La Verdad Compartida no creemos en verdades absolutas ni en análisis partidistas. Creemos que la complejidad política merece pensamiento crítico, datos verificables y la humildad de reconocer cuando las cosas no son blanco o negro. América Latina merece mejores debates que los que ofrecen las trincheras ideológicas. Gracias por ser parte de esta comunidad de lectores que prefieren entender antes que simplemente opinar. Explora nuestros otros análisis regionales y únete a una conversación donde todas las voces suman, siempre que vengan con argumentos y respeto.

Bukele lo ha hecho muy bien, el crimen no se puede combatir o eliminar con caricias.
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