En septiembre de 1950, la Marina de Estados Unidos llevó a cabo un experimento encubierto que hoy parece sacado de una novela distópica. Bajo el nombre de Operación Sea-Spray, se rociaron bacterias sobre la ciudad de San Francisco para evaluar su vulnerabilidad ante un ataque biológico. El experimento se realizó sin informar a la población, y sus consecuencias aún generan debate ético y científico.
Según , el experimento se llevó a cabo entre el 20 y el 27 de septiembre de 1950. Desde un barco en la costa, se liberaron bacterias como Serratia marcescens y Bacillus globigii sobre San Francisco, con el objetivo de estudiar cómo se dispersarían en un entorno urbano. Se estima que casi 800,000 residentes inhalaron al menos 5,000 partículas bacterianas, una dosis comparable a la infectividad del ántrax.
Las bacterias utilizadas fueron seleccionadas por su visibilidad y facilidad de rastreo, aunque no se conocían completamente sus efectos en humanos. Según , poco después del experimento, 11 personas ingresaron al Hospital Stanford con infecciones urinarias raras. Uno de ellos, Edward J. Nevin, murió por una infección en la válvula cardíaca. Aunque no se estableció una relación directa, el brote fue tan inusual que se publicó en una revista médica.
En 1981, la familia de Nevin demandó al gobierno por negligencia, pero el caso fue desestimado. El Senado de EE. UU. realizó audiencias en 1977, donde se reveló que no se había informado a las autoridades sanitarias antes del experimento.
Este episodio fue solo uno de más de 200 experimentos similares realizados en EE. UU. entre los años 40 y 60. Muchos se mantuvieron en secreto hasta que el presidente Richard Nixon prohibió la investigación en armas biológicas en 1969. Según , Sea-Spray es un ejemplo claro de cómo la ciencia militar puede cruzar límites éticos cuando no hay supervisión ni consentimiento público.
💭 Reflexión final
La Operación Sea-Spray no fue un ataque enemigo. Fue una decisión interna, ejecutada en silencio, que expuso a miles de ciudadanos a riesgos desconocidos. ¿Cuántas veces más se ha jugado con la salud pública en nombre de la seguridad?
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